… y mi familia es mi principal escuela. Lo más importante lo aprendí allí, atravesando la experiencia de vida.
Siempre soñé con el día en que me casara, pero nunca pensé que al poco tiempo de hacerlo, a los 33 años, podría quedarme viuda. Por eso, cuando mi marido se murió de forma repentina y me quedé sola, con seis hijos, el más pequeño de 5 meses, fue durísimo. Tal vez lo más difícil que tuve que afrontar en la vida.
Las ciencias económicas no alcanzaban para atravesar el desafío de criar a mis hijos sola. Eran largas noches de insomnio y gracias al buen consejo de un gran profesional, inicié un camino de formación que hasta hoy nunca acabó. A partir de esa necesidad estudié Orientación Familiar, Consultor Familiar, un Máster en Educación Familiar y finalmente Psicología, buscando en la formación humana una ayuda para vivir y educar a mis hijos y también para sobrellevar la tristeza que amenazaba con aplastarme si no le daba pelea. Sin embargo, los desafíos a los que me enfrentaban mis hijos eran mucho más complejos que mis sentimientos.
En ese momento unos amigos me presentaron a Pablo, mi actual marido. Él era viudo, tenía tres hijos chiquitos, estaba desolado. No tardamos en enamorarnos y nos casamos. Ahora teníamos ¡¡9 hijos!! Se nos presentó el desafío de ensamblar las dos familias.
Aprendí a ser mamá otra vez. Y después vino nuestro último hijo, el del matrimonio que formamos con Pablo. Hoy todos son fuertes, sanos y felices.
Somos una familia que pudo salir adelante, con mucho esfuerzo, dolor y amor. Hablo de lo que aprendí en mi casa, de mis fracasos, de mis caídas, de mis aciertos y de las investigaciones que realicé en todos estos temas. Vivo una aventura que me hace feliz cada día, amo a mi marido y a cada uno de los hijos que me dio la vida.