Los adolescentes nos siguen necesitando como guía. Si bien nos demandan de una manera diferente que como lo hacían en la niñez, la participación del adulto es clave y ha de ser estratégica, porque la incidencia formativa de los mayores sigue siendo un valor agregado importante. 

Moldearlos es trabajoso e indispensable y el mejor modo de lograrlo es trabajar con naturalidad, con la serenidad que se necesita para una gran tarea, con el optimismo y la confianza de que todo estará bien. Es tan desafiante la tarea que requiere que el contexto sea la alegría; es un trabajo que no puede estar exento de un fino sentido del humor.

Tenemos que aprender a tratar a los adolescentes como los soñamos, no como son en la actualidad. Están en proceso continuo. Ciertamente, los hijos no siempre serán como sus padres desean, pues en ese caso el mundo estaría poblado de niños inteligentes, bondadosos, simpáticos y cariñosos. 

El entusiasmo, la alegría y la lucha del joven por vencer tantos obstáculos, tentaciones, y alcanzar sus ideales, hacen posible la ilusión de todo lo que está por venir: porque en sí, la adolescencia es el período de los sueños. Es el período donde cada uno escribe un guión personal sobre sus ideales: idealización de un futuro, idealización de las personas que admira, idealización de salvar al mundo.

Su forma de ser y de pensar está atravesada por las personas, circunstancias y comportamientos que lo enriquecen. Con el paso del tiempo, se irá dando cuenta de que no es tan fácil alcanzar las metas que se había propuesto y que muchos de sus admirables ideales pueden ser inalcanzables. Pero en esta etapa sí cree que todo es posible.

Si su futuro se estructura precisamente a través de los sueños,  nosotros los padres somos entonces su basamento. Si sabemos capitalizar la energía interior del joven junto a los sueños, si somos capaces de ilusionarnos junto con él acerca de su futuro, si podemos verlo como él lo imagina, como él lo soñó; en definitiva, si sabemos trabajar con visión de futuro, si nos hacemos cargo,  no hay dudas de que se llegará a buen puerto.

 

Hagámonos cargo, hacete cargo.

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