Existe una costumbre muy arraigada en la sociedad de pensar que la tristeza es mala, que estar tristes es un signo de debilidad. Se pondera la felicidad por sobre los sentimientos reales, para “cambiar” la tristeza se nos incentiva a negarla, rechazarla, ocultarla.

 

Escuchamos, y muchas veces decimos, frases como:

 

  • NO PODES ESTAR TRISTE.
  • NO LLORES, ES DE BEBÉS, ES DE CHIQUITOS.
  • LLORAR ES DE NIÑAS.
  • DEBERÍAS ESTAR CONTENTA/O.
  • MAMÁ SE PONE TRISTE SI LLORAS.
  • ESO NO ES MOTIVO PARA ESTAR TRISTE.
  • SEGURO QUE ESTAS TRISTE PORQUE….

 

A pesar de que la tristeza de nuestros hijos e hijas puede incomodarnos, la tristeza no se va por decreto, ni por mandato. Las emociones no son ni buenas ni malas, son grandes mensajeras y evitarlas tiene sus consecuencias. La tristeza tiene una gran función adaptativa ante las pérdidas y los cambios.

 

Ante todo: 

 

  • Recuerda siempre que hijas e hijos necesitan modelos de vida saludables. Puedo estar triste y no es malo manifestarlo y explicar por qué me siento así.
  • Generar preguntas abiertas: Contame, quiero saber qué te sucede. ¿Por qué estás triste?

                           

Acompañar, cobijar, contener, arropar. Ésa es la tarea, permitir el contacto con las emociones, reconocerlas y alentar con recursos para poder sobrellevarlas y superarlas. Negar no es la solución, tarde o temprano, las emociones que evitamos se manifiestan de otras formas, y la peor manera de manifestarse es a través de síntomas.

El rechazo a la tristeza, jamás llevará a la alegría, todo lo contrario, llevará al síntoma, no imaginarías cuántos pacientes tengo que la rechazan, la evitan, le temen.

 

¿Queres contarme en qué te ayudó identificar el motivo de tu tristeza? ¿Qué te pasó cuando la negaste? 

Los leo con la vocación y el respeto de siempre.

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